En el ensayo titular de su libro The Empathy Exams, la ensayista Leslie Jamison cuenta su “obsesión” con una condición que estaba padeciendo su hermano, una parálisis parcial de la cara: comenzó a pasar tiempo imaginándose con sus síntomas. Inicialmente, se cuestiona la intención de este ejercicio. “Me dije que esta obsesión era empatía”, escribe, pero solo estaba “importando los problemas” de otra persona a su vida. Se pregunta si la empatía será solo “solipsismo”, otra manera de centrar los problemas de los demás en uno.
La idea de que quizá la empatía no es más que morbo, una excusa para meterse en las vidas de otros, la he escuchado antes, y admito que siempre me había impacientado. Lo asocio con la tendencia de mucha gente a percibir como falsa cualquier característica ajena que no comparten. Descartan así desde lo trivial (“Solo dice que le gusta esa película para parecer inteligente”), hasta la identidad, la sexualidad (“Solo dice que es bisexual porque eso está de moda”) e incluso las condiciones de salud de otras personas (“Solo dice que está deprimida porque quiere atención”). Leerlo en 80 Grados