Sobre la limitación lingüística de la soledad

Hace unos días vi una publicación en internet en que una persona hablaba de que se sentía sola. Y aunque obviamente empaticé con su desahogo, algo que me partió el corazón más aún fue la predecible necesidad de excusarse y justificarse aclarando que, en realidad, a ella normalmente le gusta la soledad.

Siempre me había preguntado por qué es tan difícil hablar de la soledad, no solo en el sentido de que es un tema delicado y que avergüenza a la gente, sino de que literalmente es difícil plantearlo sin que la gente te responda sobre otra cosa creyendo que te hablan de lo mismo. En la internet, cuando alguien habla de la soledad como algo negativo (como un problema personal o como la crisis de salud pública que es) rápido llegan las personas que comentan que a ellos personalmente les encanta la soledad, y el problema es que la gente no sabe estar sola. Lo tratan como una falta de los jóvenes de hoy o algo así (culpa de los celulares y las redes sociales, de seguro), como si lo normal históricamente fuera el individualismo y que la gente esté contenta de andar sola y vivir aislada, y no lo contrario.

Y el solitude tiene buena reputación, se supone que le guste a la gente inteligente y emocionalmente madura, así que claro que quejarte de soledad es vergonzoso. Para que no te guste la soledad tendrías que ser una persona bien superficial y aburrida, el tipo de persona que se hace un ocho si no puede salir un sábado porque no sabe estar consigo misma. Y tú sabes que a ti te gusta la soledad porque a veces prefieres quedarte en tu casa leyendo o viendo una serie, o ir a la playa o a un restaurante sola, así que cómo es posible que de repente seas una persona tan ordinaria como para quejarte de soledad (porque vives lejos de todos tus seres queridos, o porque tus amistades cercanas no tienen tiempo para ti hace años, o porque nadie te toca hace meses, o porque no tienes con quién hablar de temas íntimos, o porque sientes que nadie te conoce realmente…).

Me costaba entender por qué era tan difícil que la gente distinguiera entre la soledad voluntaria —disfrutar de actividades solitarias, preferir tener tiempo para uno—, y sentirse solo y aislado, necesitar compañía y no conseguirla. Captaba que era un problema lingüístico, que soledad tiene dos significados distintos que la gente confunde, pero no me di cuenta hasta hace un par de años que la distinción que estaba tratando de hacer era sencillamente la que ya existe en inglés entre loneliness y solitude.

Entonces, parte del problema con la soledad, parte de lo que causa la dificultad de discutirla sin vergüenza y sin exponerse a ser malentendido y juzgado, el deseo de justificarse y dar mil explicaciones, es que literalmente no tenemos las palabras para hablarlo. La gente se queja de soledad y les decimos condescendientemente, si a mí me encanta el solitude, ¿cómo es posible que tú no puedas bregar con tu loneliness?