
Comencé el año viendo películas sobre disfrutar una vida simple, la belleza de lo ordinario y las conexiones con otros: Perfect Days, de Wim Wenders, y Paterson, de Jim Jarmusch (que estaba viendo por segunda vez).
Hirayama, el protagonista de Perfect Days, es un limpiador de baños públicos en Tokio y, Paterson, el de Paterson, un chofer de guagua. Ambos son ascetas en cierta medida. Hirayama toma fotos y lee libros; Paterson lee y escribe poesía. La estructura de ambas películas son sus rutinas diarias, interrumpidas por breves momentos de conexión con otros o de notar la belleza que les rodea: el follaje de los árboles en el parque, encuentros repentinos con extraños y personas del pasado, las conversaciones ajenas que escuchan.
Resulta que ambas películas generan un debate similar en línea. La mayoría ve lo que acabo de decir, pero otros perciben un mensaje oculto de que los protagonistas son perdedores que mantienen sus rutinas rígidas para distraerse de su realidad deprimente. Paterson, porque lleva una vida demasiado tediosa y no aspira a más, y Hirayama, porque es un limpiador de baños entrado en años sin hijos, sin pareja, tal vez hasta sin amistades. Señalan a las pistas de la película sobre un trauma reprimido de Hirayama, o a las características de la esposa de Paterson que les parecen insoportables, aunque la película deja claro que Paterson la adora.
Yo creo que la felicidad de Hirayama en la película es real, aunque tengo claro que no podría vivir tan solo como él. Paterson me parece que tiene toda la pirámide de Maslow cubierta.
