Hoy fue un día bonito.
Por la mañana, me vestí para ir a trabajar a la oficina, y Darlene se vistió igual que yo. Dijo que simplemente le había gustado la combinación de colores, y que no importaba que estuviéramos vestidos iguales porque nadie nos iba a ver juntos. Era verdad, pero le dije que sospechaba que ella quiere que seamos de esas parejas que se visten igual pero no sabe cómo planteármelo.
Al mediodía, mi jefe me dijo que él y el único otro compañero presencial hoy iban a almorzar en el conference room. Me dijo que no me sintiera obligado a unirme, pero como voy poco a la oficina y no quería ser antipático, acepté.
Al salir y ver lo bonito y soleado y cálido que estaba el día, me arrepentí de haber accedido a comer encerrado en un salón de conferencia. En un restaurante cercano me compré un sándwich y dos galletas. Hace poco, habíamos comido allí después del gimnasio y habíamos comentado lo buenas que estaban las galletas. Otro día, volví al lugar a almorzar y me compré otra galleta, pero no le compré una a Darlene; luego, cuando se me ocurrió, me sentí un poco culpable por el resto del día. Hoy me acordé de comprar para los dos.
En la oficina, mi jefe me preguntó qué nos gustaba hacer a mi esposa y a mí. Hablamos de los lugares que hemos visitado en Virginia y Pensilvania. Cuando le dije que nos gustaba ir a pueblos con áreas históricas, me recomendó que fuéramos a Lynchburg. Le confirmé que he escuchado que esa ciudad es bonita y tiene sitios interesantes que ver, y no dije nada sobre que me da grima el nombre cada vez que lo escucho.
A lo largo del día pensé mucho, otra vez, en conseguir un perro. He estado pensando en eso a menudo, pero sería un mal momento porque vamos a viajar en los próximos meses, quizá incluso más de una vez. Con suerte, para cuando sea mejor momento para tenerlo, ya no lo querré. El frío me quitará las ganas (es más fácil imaginarme con un perro en estas últimas semanas de falsa primavera) o, mejor aún, ya no sentiré que me hace falta.
Durante la tarde le había sugerido a Darlene que después del trabajo nos encontráramos en el supermercado para comprar algo para cocinar, pero cuando salí me dijo que ella acababa de salir también, y decidí comprar comida para los dos en una pizzería cercana y seguirlo al apartamento.
Caminando a casa con la comida, recordé que Darlene estaba vestida igual que yo, así que fue bueno que no nos encontráramos en el supermercado.