En su investigación doctoral, el sociólogo Jonathan J.B. Mijs encontró un fenómeno interesante: mientras más desigual es un país, más sus habitantes creen en la idea de la meritocracia: que el éxito financiero viene del trabajo duro, y la pobreza, de la falta de esfuerzo.
Mijs observa que las personas que se encuentran “en ambientes con más diversidad socioeconómica y racial” tienen más oportunidades de notar cómo factores como “el ingreso familiar, el género o el color de piel” influyen en las vidas de las personas y en los resultados que obtienen.
El problema es que la desigualdad económica ha seguido aumentando y, con ella, la segregación socioeconómica. Más personas viven rodeadas solo de su misma clase social, y si son de clase media o ricas, se vuelven más propensas a decir que quienes no lo son no se esfuerzan lo suficiente.
As the gap grows wider, other people’s lives are harder to view. Rising inequality prevents people from seeing its full extent.
Mientras más aumenta la brecha entre los pobres y los demás, Mijs escribe, más difícil es para la gente no solo ver cómo se diferencian las vidas de los demás, sino notar la amplitud de la brecha. Notamos menos las injusticias que afectan a otros, y la desigualdad sigue empeorando.
Como escribí en otra entrada, como no podemos obligar a nadie a existir en un ambiente más diverso, quizá la narrativa sea una alternativa para exponer a más personas a las realidades que no ven.
Inequality is getting worse, but fewer people than ever are aware of it
Jonathan J.B. Mijs [The Conversation]