Anoche leí una crónica sobre viajar en tren a lo largo de Estados Unidos. En años recientes me llama la idea de vacacionar en hoteles rodantes, de quedarme en un solo lugar y tener vida de hotel mientras el hotel se mueve y me lleva a lugares. Trenes, cruceros. Mis pocos viajes han sido vacaciones pero sin mucho descanso, excepto quizá de la mente (el cliché de necesitar vacaciones de las vacaciones). Quisiera sentir en cualquier tiempo libre el sosiego de las navidades, la sensación de que el mundo va más lento y puedo hacer menos y dormir más. Que de hecho no tengan que ser vacaciones de la mente, sino de la manera particular en que uso la mente para ganarme la vida.

La vida de hotel me atrae porque es vida de comunidad pequeña y caminable: tener todo a unos pasos. No me importa la mala fama que tienen los cruceros: me suena bien la combinación de no hacer nada, poder estar tirado descansando, leyendo, como si me hubiera quedado en mi casa, y también poder decidir socializar o ver otros países algunos días para variar. Desde hace un tiempo estoy convencido de que sería una experiencia feliz para mí.

Tomé esta foto de un tren de Amtrak desde la estación de metro de King Street. Mis experiencias con trenes hasta ahora han sido dos viajes ida y vuelta de poco tiempo, y no tomé fotos en ninguna de esas ocasiones.